lunes, 19 de enero de 2009

El primer día.

Así como conté en mi primer post, llegué a Costa Rica un domingo por la tarde, luego de una cena en "familia" y de haber realizada un estudio exhaustivo de mi nuevo uniforme, de mi nuevo cuarto y un análisis de lo que me esperaba en este nuevo país, me quedé dormido con la terrible duda e inseguridad de lo que me deparaba a la mañana siguiente, cuando iría por primera vez a mi nuevo colegio.

El colegio queda bastante cerca de la casa, lo cual era bastante positivo pues no tenía que levantarme tan temprano, pero mi padre un poco estresado por el inicio, me hizo llegar como una hora antes de la entrada.

Lo que llenó de surrealismo ese día, fue lo extraño de entrar por primera vez a un salón de clases en otro país, un país donde no conoces a nadie, donde no se tiene ni la menor idea de lo que pasa por la mente de los 15 alumnos que ahora son tus nuevos compañeros y tus futuros amigos, lo que llena de frustración esa caminata, semejante a la que hacen los presos condenados a muerte en las cárceles estadounidense y donde el guardia grita "Dead man walking, dead man walking here".

Independientemente de lo anterior, la cúspide surrealista del día fue cuando luego de una pequeña presentación, y durante el “Dead man walking”, donde aproveche para echar un ojo y fijarme que bien sea en Costa Rica o en Venezuela, siempre hay una rubia que es la sensación del colegio, y esa rubia estaba en mi salón, lo que me produjo una extraña sensación de alegría, tranquilidad y emoción; fue al tomar asiento, y que en menos de media hora se produjera una de las cosas que marcó rotundamente mi estadía en Costa Rica.

Y es que sin pensarlo dos veces, uno de mis nuevos compañeros, a la derecha, sacó una extraña bolsa ziploc con algo aún mas extraño adentro, que luego de mostrarme, vino escoltada por la extraña pregunta "¿tú fumas ganja, no? (o weed, ahora no recuerdo)", mi cara de “¿Cómo?”, “¿en que idioma me estará hablando este pana?”, y la insistencia del compañero bolsa en mano, no dejaron otra opción de insistirle que no sabía de lo que me hablaba. El que luego fue y es aún un buen amigo, no podía entender como yo no sabía que era lo que me mostraba, ¿que era ganja/weed?, lo cual hizo que al darse cuenta de que realmente no sabía de lo que me hablaba, decidiera guardar la ziploc inmediatamente, para luego invitarme a que olvidara lo sucedido; días después fue que me di cuenta que la bolsa ziploc tenía Marihuana.

Poco a poco fui entendiendo que la ganja/monte/weed/marihuana, o como se quiera llamar, forma parte integral de la sociedad adolescente costarricense, o por lo menos la que comprende edades entre los 15 y 25 años, y que mi ignorancia y desconocimiento producto de mi crianza, del colegio y de un entorno social venezolano donde el tema resulta ser bastante tabú, me tenían los ojos cerrados.

Fue así como inició mi travesía por las aulas costarricenses, donde para los estudiantes el lema del colegio ya no era “Enseñamos a triunfar” sino más bien “Enseñamos a fumar”.

Una vez observado el tan diferente acento, como las fumadas que se echaban en el baño, los sorpresivos doping, la comida y las tantas otras cosas que tienen los ticos, fue que me di cuenta que ese año y medio que cursaría por allá, sería totalmente distinto a los que había cursado en Venezuela.